Ephanor y Dacunha, dos artistas del balón
Cracks, estrellas y hasta genios.
Mucha tinta hemos derramado sobre la historia del equipo Junior de Barranquilla. En cada 7 de agosto, año tras años, hemos recordado y repetido la historia del club que nació con nombre pequeño Juventud Infantil pero que fue grande a pesar de su “Estatura bautismal”.
Este 7 de agosto cuando asume la edad adulta de 96 años, no vamos a referirnos al onomástico del club parido de la gran matrona Micaela Lavalle de Mejía, cuya única heredera viviente, Carmen Mejía, con sus más de 90 años recuerda en esta fecha especial.
Hoy en cambio, preferimos cambiar el relato recordatorio de esta fecha de nacimiento del equipo para centrarnos en dos de las tantas grandes figuras que transitaron por las toldas de la divisa. Dos jugadores que su exquisitez para jugar se granjearon el cariño y admiración del público barranquillero hasta convertirlos en ídolos.
En el transcurrir histórico del fútbol en Barranquilla, la cuna del balompié colombiano, muchos han sido los futbolistas extranjeros que han dejado huellas imborrables. Por sus calidades y virtudes en la cancha muchos serían los nombres involucrados en los anaqueles de una historia y que son recordados por quienes tuvieron y tuvimos la gracia y el honor de verlos jugar. Futbolistas a los que se les podría calificar de figuras, cracks, estrellas y hasta genios. Pero hay otros que además de tales calificativos, se convirtieron en verdaderos ídolos de la hinchada.
Los hay de distintos países, como Uruguay, Paraguay, Perú, Argentina y Brasil. Podemos por ejemplo enunciar a un Julio César Uribe, del Perú; a Javier Ferreira, del Paraguay; Juan Ramón Verón, de Argentina y otros que igualmente merecerían ser tenidos en cuenta. Pero sin duda, en este trabajo periodístico y como un homenaje a Brasil, país al que consideramos poseedor del mejor fútbol del mundo desde el punto de vista de espectáculo, hemos seleccionado a dos de esas grandes figuras brasileras que merecieron y merecen aún el reconocimiento de todo el público, no solo de Barranquilla, sino de toda Colombia.
Breves reseñas de dos de esas legendarias figuras, una ya fallecida, que aún se recuerdan por personas mayores, y otras que tal vez no gozaron de esas faenas, pero que recrean sus mentes escuchando narraciones de quienes pueden hacerlo, con la seguridad de que fueron tan reales como esos ídolos que hoy nos asombran universalmente, casos Messi, Cristiano, Bale, Neymar, Rooben, etc…
Nos referimos a Víctor Ephanor y Othón Alberto Dacunha. Extraordinarios jugadores, con despliegue inmenso de fútbol en sus pies que adornaban la redonda ofreciendo deleite a los aficionados. Víctor era la alegría, la felicidad desplegada en sus botines mágicos que maravillaban las tribunas. Su dominio impresionante con pie izquierdo, jalando el balón en maniobras cortas y desequilibrantes, sus impetuosos recorridos con la pelota pegada –tal como lo hace hoy Lionel Messi- y su frenada repentizada dejando pasar de largo sus adversarios tal como el torero a su enemigo en el ruedo, no han vuelto a verse las vibrantes y gloriosas tardes de Víctor en el Romelio Martínez.
Sus cobros en tiros libres, sus bajadas de pecho y remates fuertes y colocados y sus castigos en los penaltis formaron un rosario de goles jamás repetidos en los últimos 40 años. Othón Alberto Dacunha, (fallecido en abril de 2018), resumía en su corto y popular nombre –Dacunha todo el potencial de armonía y desequilibrio con el balón. Bailador en una sola baldosa, con sus botines mágicos hilvanaba lo que parecía imposible. Sus contrarios se cansaban en el intento infructuoso por quitarle la pelota, siempre salía avante en cada maniobra. Muchos lo calificaban, y mucho tenían de razón, al compararlo con el mago brasilero Garrincha.
Dacunha era capaz de jugársela en solitario pegado a la raya derecha burlando, una, dos y tres marcas aun escalonadas de las que resultaba siempre airoso. Él se deleitaba y adormecía el balón, como adormecidos quedaban sus marcadores a los que regaba en el piso, para luego colocar como con la mano medida el pase para el gol de Rada, Airton, Dida o cualquier compañero en el área chica. No fue goleador máximo porque prefería servir en bandeja a sus compañeros cuando todos podían creer que iba a rematar al arco.
Ni Dacunha llegado al Junior en 1966 junto a Airton y el ídolo Dida (Edvaldo Alves de Santa Rosa) ni Víctor Ephanor ( 72-74/75) lograron ser campeones. Pero en su paso por el onceno rojiblanco bordaron extraordinarios tejidos futbolísticos que sigue añorando el público. Abrieron y transitaron caminos virtuosos y encantadores de finos regates y definiciones en moldes dorados.
Dacunha y Ephanor fueron compañeros en dos temporadas (72-74) y en ellos se juntaba la espectacularidad de un juego, el embrujo de un toque y la conducción en arabescos dibujados en trazos coloridos con la redonda. El balón en los pies de estos ases parecía sonreír en cada caricia prodigada por Víctor o Dacunha. Sus compañeros de equipo se regodeaban maravillados, participaban y se gozaban de malabares y destrezas, goles y piruetas de tales protagonistas impregnadas para siempre en el Estadio Romelio Martínez, complementando la faena de estos dos artistas del balón..
“Yo elegí a Barranquilla para quedarme porque aquí fui inmensamente feliz como jugador y aquí formé una familia que me quiere tanto como me ha querido siempre la gente de esta ciudad. Soy un agradecido de Dios por darme la virtud de ser futbolista y por haber sido ciudadano barranquillero. Esta tierra me ama tanto como yo amo a mis hinchas”, diría Othón Alberto Dacunha meses antes de dar el último adiós.
“Mis mejores recuerdos como futbolista los tengo de Barranquilla y del Junior. Jugué y me divertí tanto como lo hubiera hecho en mi Brasil. Con Junior no pude ser campeón, pero esa frustración la cambiaré siempre por la felicidad que recibí en esa tierra llena de alegría y de ilusión. El nombre de la ciudad y los colores rojo y blanco del equipo los llevaré siempre en mi corazón”, ha dicho reiteradamente Víctor Ephanor quien guarda la recóndita esperanza de poder ser algún día el técnico del club.
(Este relato forma parte de una crónica del Libro Víctor y Dacunha, ídolos por siempre del Junior en proceso de edición).